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Mostrando entradas de octubre, 2013

Metro 2033: tambores en lo profundo

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No soy un gran aficionado a los videojuegos llevados al cine, a menudo consistentes en mal disimulados intentos de exprimir ciertas propiedades intelectuales hasta sus últimas consecuencias. Y no es que los videojuegos sean forzosamente un material fuente mediocre pero rara vez son afortunados en guionistas y directores, con Uwe Boll siendo lo más parecido a un especialista en este campo a pesar de que su oficio no mejore con el tiempo. En cuanto a sus novelizaciones, ya leo demasiada ficción de género como para dedicar tiempo a libros que me cuesta creer que se hallen en el lado bueno de la ley de Sturgeon. Sin embargo, los videojuegos sí han demostrado ser capaces de adaptar otros medios con solvencia, capturando atmósferas adecuadamente y probando su valía como vehículo narrativo. Dicho esto, he de admitir que conocí el videojuego Metro 2033 antes de saber que estaba basado en la novela homónima del ruso Dmitry Glukhovsky. A pesar de una sinopsis que se limitaba a enfatizar el

Sustracciones

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Las opiniones sobre la clasificación de la música contemporánea en géneros son variadas, abarcando desde la del etiquetador compulsivo que necesita archivar cada sonido en su correspondiente anaquel hasta la actitud opuesta de quien reniega de todo intento de parcelar lo sonoro. Pero más común es encontrarse en alguna posición intermedia entre ambos extremos, contemplando las etiquetas como herramientas útiles que nos ayudan a entender la música y convierten un todo ingente en categorías más manejables y aprehensibles. Por el contrario, la división en géneros pierde rápidamente esa utilidad cuando se emplea para constreñir las diversas propuestas musicales, encerrándolas de manera artificial en guetos cada vez menores. Pero el intento del ayuntamiento de Fuengirola de proscribir determinadas formas musicales de la feria que allí se ha celebrado recientemente es, además de descaradamente autoritario, imposible de llevar a la práctica con un mínimo de rigor. La relación de géneros m

Dichosos festivales

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A pesar de mi afición a la música en directo nunca he sentido demasiado interés por los festivales y muy rara vez he llegado a asistir a alguno. Con el tiempo incluso he llegado a cultivar algo de inquina hacia ellos, contemplándolos como uno de los motivos por los que ciertos grupos no recalan en Madrid o la causa de que la ya depauperada oferta de conciertos en mi ciudad se encoja hasta la casi inexistencia al llegar el verano. En particular, las giras de las bandas foráneas de talla «mediana» son constantemente canibalizadas por los festivales veraniegos y muy a menudo su presencia en uno de ellos constituirá su única actuación de ese año en nuestro país, para desconsuelo de muchos. Sin embargo, hace ya algún tiempo que están surgiendo visiones más críticas que abordan el fenómeno de los festivales desde puntos de vista sociales o económicos, sin limitarse al aspecto cultural ni dar por sentado que se tratan de la gran fiesta musical que pretenden ser. Últimamente he tenido oca