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Mostrando entradas de enero, 2013

Torchlight: barato, barato

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Aunque pasé casi de puntillas por su segunda parte y planeo continuar evitando la tercera, Diablo es uno de los videojuegos en los que más horas he invertido: las suficientes como para haberse incorporado a mi historia oral familiar. Mi hermana solía cachondearse de mis partidas preguntando si ya estaba jugando a «ir al pueblo a vender cosas» porque casi cada vez que se asomaba por mi PC sorprendía a mi personaje en Tristram, deshaciéndose del botín obtenido en su última razia. Pero más memorable resultó ser aquella tarde en que mi aprendiz de hechicero intentó vencer a The Butcher infructuosamente mientras la jodida cría coreaba «Ah... Fresh meat!» a mis espaldas. Una y otra vez. En aquel lejano 1997 Diablo era un eficaz entretenimiento que desempeñaba a la perfección su doble papel como pseudojuego de rol y Gauntlet evolucionado, con una mecánica tan simple como la acumulación de puntos de experiencia y objetos mágicos que permitieran vencer a enemigos cada vez más poderosos y

Hirsutismo ilustrado

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Es posible que de no ser por Alan Moore nunca hubiera llegado a tomarme los cómics del todo en serio, con mis primeros tebeos limitándose a los clásicos del humor que todos conocemos además de algún que otro raído tomo de Marvel (de los editados aquí por Vértice). Pero la lectura de Watchmen supuso casi una epifanía y ése fue el primer cómic que consiguió hacerse con un hueco entre mis libros "de verdad", sellando así el fin del apartheid en mis estanterías. Con el paso de los años he ido realizando incursiones cada vez más audaces en el campo de los cómics, evitando celosamente a los superhéroes pero desdeñando poco más y llegando a apreciar a Daniel Clowes tanto como a Joe Sacco. Pero muy a menudo he terminado por regresar a la obra de Moore, reconociendo entre sus vástagos algunas de sus señas de identidad predilectas a pesar de lo diverso de su temática. Por supuesto tengo mis favoritos y así, V for Vendetta me parece un libro excepcional y vigente hasta el punto de

En pequeñas dosis

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Durante las últimas décadas la música que generalmente es llamada gótica ha existido en numerosas formas, comenzando con aquellos primigenios grupos de post-punk tímidamente oscuros que dieron lugar a las bandas de rock gótico que apostaban más decididamente por las tinieblas. Posteriormente este tronco común iría diversificándose hasta casi escindirse en dos tendencias difícilmente conciliables: por un lado la dark wave surgida de coqueteos con la electrónica y por otro los sonidos que se aproximaban al metal. Pero mientras tanto el rock gótico languideció hasta su casi desaparición, asfixiado por el encorsetamiento al que muchos de sus exponentes se sometían al intentar conformarse a vacuas convenciones de género. Ya en el siglo XXI el post-punk volvería a ser un genero incluso demasiado relevante, del que surgirá un puñado de grupos interesados en explorar vías más tenebrosas de lo usual. Éste es el caso de Monozid, banda alemana poseedora de un carácter ligeramente más oscuro