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Mostrando entradas de diciembre, 2012

Rojos bajo la cama

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En alguna ocasión he afirmado que asignar etiquetas a los grupos musicales es en buena medida un ejercicio de futilidad, aunque también sea algo necesario e incluso divertido. No creo que debieran emplearse otros criterios además de los musicales para esta labor de clasificación pero a veces es inevitable apoyarse en otros elementos; aunque de este modo haya quien llegue a tildar a Marilyn Manson de góticos, basándose en la oscuridad residual presente en su sonido y, sobre todo, en algo tan accesorio como su imagen. Por mi parte, hace años me costaba considerar el punk como tal atendiendo exclusivamente a criterios musicales. No entendía que un género tan comprometido e ideologizado en su origen pudiera llegar a carecer de posicionamiento político alguno. ¿Eran punk los Green Day de Dookie ? A mí no me lo parecían, desde luego. Pero con el tiempo he aprendido a desligar ideología de sonido y soy capaz - a regañadientes, eso sí - de calificar una banda de punk sin exigir nada más que

M.A.D.

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Los años cincuenta y sesenta del siglo pasado fueron una época especialmente prolífica para la ciencia ficción de corte postapocalíptico. Con las primeras pruebas nucleares realizadas por la Unión Soviética la destrucción del mundo "tal y como lo conocemos" dejaba de ser un escenario hipotético para convertirse en una amenaza real y es en estas condiciones de recrudecimiento de la Guerra Fría cuando comienza a publicarse este tipo de ficción. Sin embargo las causas de los apocalipsis literarios son variadas y no se limitan a la guerra atómica, con el fin del mundo llegando en ocasiones de la mano de virus asesinos (sin muertos vivientes) u otras causas más o menos naturales. Pero es la amenaza nuclear la que captura más poderosamente la imaginación del lector de la época, con otros escenarios más especulativos quedando relegados a un segundo plano. Los grandes bestsellers de finales de los años cincuenta fueron On the Beach de Nevil Shute y Alas, Babylon de Pat Frank,

El enterrador tenía razón

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A pesar de no ser partidario de las etiquetas encuentro su uso indispensable para poder organizar en categorías abarcables ese todo ingente que es la música contemporánea. Pero demasiado a menudo resulta más sencillo abusar de dichas etiquetas que emplearlas con mesura, propiedad y, por qué no, con buen gusto. Éste es el caso del término "gótico", que de ser algo soterrado y circunscrito casi en exclusiva al ámbito de las tribus urbanas ha pasado a ser un apelativo chic, susceptible de ser aplicado a la ligera a todo tipo de bandas - desde Marilyn Manson hasta Evanescence - mientras se ciñan a un determinado código estético y su sonido tenga una mínima pretensión oscura. Resulta especialmente llamativa la apropiación que el metal y algunos de sus sucedáneos han hecho de lo gótico, como si la vía que conduce a la negrura pasara necesariamente por la contundencia de una guitarra distorsionada y afinada en re. Y muy al contrario, en la coyuntura actual los auténticos heredero