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Mostrando entradas de mayo, 2013

Reserva Espiritual de Occidente: volverá a reir la primavera

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La radicalización del discurso político en cualquier nivel nace demasiado a menudo de una cierta indigencia intelectual, propiciada además por una crispación que vivimos desde hace ya demasiado tiempo. Pero no por ello resulta menos desalentador ver como la ley de Godwin ha saltado de los foros de internet a la vida política española y así, la reductio ad Hitlerum se convierte en un argumento multiusos y cualquier acto puede ser rechazado porque es o se parece a «lo que hacían los nazis», fuera lo que fuera. Es notorio que, antes que descalificar al contrario, estos falaces argumentos desautorizan al que los emplea pero el resultado final siempre es la banalización de episodios tenebrosísimos de la historia, que no debieran ser sacados a relucir por motivos partidistas y políticamente triviales. De diferente naturaleza es la apropiación de símbolos relacionados con los totalitarismos con la mera finalidad de escandalizar. Se trata de una práctica con larga tradición en la escena

Strange Boutique: curamos la ceguera

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La labor de reciclaje que la música de comienzos de este siglo está llevando a cabo aún no parece haber alcanzado su límite. Si hace unos años el post-punk hacía sentir su influencia de manera abrumadora, en época más reciente el shoegazing parece ser el movimiento que se reivindica con más fervor. Así, una etiqueta que a finales de los años noventa se empleaba de manera peyorativa para referirse a un periodo de supuesta decadencia del pop, hoy ha pasado a estar de moda y se usa con un orgullo inexistente en la época de su creación. Numerosas bandas siguen aquella estela dejada hace veinte años y hasta My Bloody Valentine ha regresado para publicar un álbum que, a pesar de sus años de retraso, resulta muy apropiado en la presente coyuntura. Más interesante es la actividad de ciertos grupos que emplean el shoegazing como un ingrediente más de sus creaciones, haciendo fusiones impensables y contribuyendo a legitimar este otrora ninguneado género. Por ejemplo, la banda francesa Alce

Solletico y el hombre de la casa: aunque luego no lo hagamos

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La historia ha avanzado de manera imparable en lo referente a los formatos en los que la música se distribuye: el futuro será digital y quienes abogamos por la existencia física de los discos somos tachados frecuentemente de románticos empedernidos, probablemente porque la mayoría de argumentos que damos en su favor son de esa índole. Y es que un disco es algo mucho más presente en nuestras vidas que cualquier colección de archivos: solido, tangible, difícil de ignorar, con su presencia en el mundo siendo incuestionable excepto para los más cartesianos entre los melómanos. Por contra, lo digital resulta más fácil de pasar por alto a la hora de decidir un menú musical, mientras que su carácter naturalmente efímero no contribuye a la vocación de permanencia que toda música debiera tener. Pero nunca he sido muy aficionado al vinilo y he permanecido obstinadamente ajeno a la resurrección del formato hasta que la publicación de Solletico y el hombre de la casa me ha hecho volver al micros