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Mostrando entradas de julio, 2013

Northern Portrait: la maldición de Morrissey

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Steven Morrissey siempre ha sido una persona extremadamente vocal a la hora de hablar de sus filias y fobias, siendo tan generoso con sus halagos como lenguaraz en sus descalificaciones. Pero en los años noventa del pasado siglo se dio en hablar de una supuesta «maldición de Morrissey», consistente en que si el cantante mostraba su apoyo a un grupo éste terminaría de mala manera y sin haber llegado a desarrollar todo su potencial: ése fue el caso de bandas como Echobelly o Marion entre otras. Suede es uno de los pocos grupos que se salvaría de un destino similar a pesar de que la apreciación del cantante de Manchester incluso le llevaría a interpretar en directo «My Insatiable One». Nunca he conocido la opinión de Morrissey sobre Gene, uno de los grupos que ha saqueado con más clase el legado de The Smiths, aunque la banda también bebe de otras fuentes y sus semejanzas con los de Manchester no van más allá de la voz de Martin Rossiter y un gusto similar en las portadas de algunos de

Sopor Aeternus: ¿sabes mi nombre?

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Es frecuente que en narrativa de todo tipo, artes plásticas, música o cualquier otro medio las obras que atraen a mayor cantidad de seguidores sean las poseedoras de un mensaje más difuminado, cuyas aristas han sido suavizadas para minimizar el riesgo de ofensa. Pero en muchas ocasiones encuentro de superior interés ciertas obras que parecen diseñadas ex profeso para ahuyentar a buena parte de su público potencial, ya sea por el cultivo deliberado de alguna forma de feísmo, ya por el uso de mecanismos de ofuscación varios. Éste es el caso de Sopor Aeternus & The Ensemble of Shadows, un proyecto musical inclasificable nacido en Frankfurt hace ya más de veinte años. Aunque el nombre nos haga pensar en una formación de líder más banda se trata del proyecto personal del músico alemán Anna-Varney Cantodea, quien a pesar de haber participado en otras aventuras musicales —como Nenia C'alladhan— mantiene Sopor Aeternus como su principal vehículo de expresión. A pesar de contar con

Ghost World: horror vacui

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En alguna ocasión he aludido a lo tormentoso de mi relación con los cómics y las diversas etapas que ha atravesado. De pensar en los tebeos como una forma inferior de narrativa pasé a considerarlos simples libros de segunda hasta que, algo a regañadientes, aprendí a reconciliarme con el medio y apreciar su valía. Sin embargo, aún persiste en mi manera de aventurarme en los cómics algún tic de aquella época en que los veía como algo subliterario: demasiado a menudo tiendo a pasar por alto las ilustraciones para centrarme en los textos, olvidando que las primeras no son un simple acompañamiento para los segundos y que cumplen una función narrativa imprescindible. Pero, ay, la palabra evoca en mí una magia superior a la de la imagen y eso es algo contra lo que me cuesta luchar. Probablemente esa sea una de las razones por las que mi primer encuentro con Daniel Clowes no me dejó del todo embelesado. El argumento de Como un guante de seda forjado en hierro es, por decirlo de algún modo,