Rojos bajo la cama
En alguna ocasión he afirmado que asignar etiquetas a los grupos musicales es en buena medida un ejercicio de futilidad, aunque también sea algo necesario e incluso divertido. No creo que debieran emplearse otros criterios además de los musicales para esta labor de clasificación pero a veces es inevitable apoyarse en otros elementos; aunque de este modo haya quien llegue a tildar a Marilyn Manson de góticos, basándose en la oscuridad residual presente en su sonido y, sobre todo, en algo tan accesorio como su imagen.
Por mi parte, hace años me costaba considerar el punk como tal atendiendo exclusivamente a criterios musicales. No entendía que un género tan comprometido e ideologizado en su origen pudiera llegar a carecer de posicionamiento político alguno. ¿Eran punk los Green Day de Dookie? A mí no me lo parecían, desde luego. Pero con el tiempo he aprendido a desligar ideología de sonido y soy capaz - a regañadientes, eso sí - de calificar una banda de punk sin exigir nada más que cierta conformidad con unos determinados parámetros musicales, aunque grupos como No Age adquieran más galones mediante una actitud que va más allá de una genérica rebeldía de pantalón pitillo.
Precisamente por eso continúo pensando que la autenticidad del punk reside en las bandas que comparten la filosofía original del movimiento, aunque en algún momento su producción musical haya pasado a discurrir por otros senderos. Así, no me cuesta trabajo considerar punk a unos The Clash de los que sólo sus dos primeros álbumes suenan de ese modo y que tras London Calling ampliaron sus horizontes musicales enormemente. Más extremo es el caso de New Model Army, banda que sólo muy al principio sonaba remotamente punk. El grueso de la producción del grupo es más bien rock ribeteado de folk pero su actitud siempre ha sido indiscutiblemente punk, a pesar de cierto deje nacionalista inglés que se deja entrever en canciones como 51st State. Sin embargo, el antiimperialismo presente en esa canción la redime por completo mientras que su falta de sutileza no hace otra cosa que aumentar la potencia de un mensaje que, sin embargo, ya no es plenamente vigente en un mundo en el que los estados están perdiendo su importancia en favor de las empresas trasnacionales.
Por mi parte, hace años me costaba considerar el punk como tal atendiendo exclusivamente a criterios musicales. No entendía que un género tan comprometido e ideologizado en su origen pudiera llegar a carecer de posicionamiento político alguno. ¿Eran punk los Green Day de Dookie? A mí no me lo parecían, desde luego. Pero con el tiempo he aprendido a desligar ideología de sonido y soy capaz - a regañadientes, eso sí - de calificar una banda de punk sin exigir nada más que cierta conformidad con unos determinados parámetros musicales, aunque grupos como No Age adquieran más galones mediante una actitud que va más allá de una genérica rebeldía de pantalón pitillo.

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