En pequeñas dosis

Durante las últimas décadas la música que generalmente es llamada gótica ha existido en numerosas formas, comenzando con aquellos primigenios grupos de post-punk tímidamente oscuros que dieron lugar a las bandas de rock gótico que apostaban más decididamente por las tinieblas. Posteriormente este tronco común iría diversificándose hasta casi escindirse en dos tendencias difícilmente conciliables: por un lado la dark wave surgida de coqueteos con la electrónica y por otro los sonidos que se aproximaban al metal. Pero mientras tanto el rock gótico languideció hasta su casi desaparición, asfixiado por el encorsetamiento al que muchos de sus exponentes se sometían al intentar conformarse a vacuas convenciones de género.

Ya en el siglo XXI el post-punk volvería a ser un genero incluso demasiado relevante, del que surgirá un puñado de grupos interesados en explorar vías más tenebrosas de lo usual. Éste es el caso de Monozid, banda alemana poseedora de un carácter ligeramente más oscuro de lo que cabría esperar de un grupo procedente de esta escuela.

He dedicado más tiempo al segundo álbum de esta banda de Leipzig que a su algo primerizo Say Hello to Artificial Grey, que ciertamente palidece frente a la propuesta presentada en A Splinter for the Pure. Este último trabajo está dotado de un sonido mucho más definido y ha sido producido con tal acierto que la pérdida de uno de sus guitarristas se siente como algo más afín a soltar lastre que a una reducción en su paleta sonora. El tradicional formato de power trio es empleado de manera poco ortodoxa y la guitarra sólo ocasionalmente aporta contundencia, dedicándose a desgranar melodías y, sobre todo, a crear texturas y atmósferas. El sonido es en cierta medida tributario de Killing Joke - entre otros grupos - aunque paradójicamente se aproxime al deathrock cuando la guitarra eléctrica se descarta en favor de los teclados. Esto es lo que ocurre en temas como A Room for the Damned y The Desperate, canciones que cuentan con unas interpretaciones vocales que llegan a recordar al desaparecido Rozz Williams. Y no es que Monozid trate de emular a los mejores Christian Death pero resulta estimulante percibir en un grupo actual ciertas referencias que hace tiempo que dejaron de ser usuales.

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