El infierno son las adaptaciones

Con independencia de los criterios que utilicemos para medir el éxito, parece incuestionable que Neil Gaiman es un valor en alza. El reconocimiento le llegó a este escritor británico a una edad relativamente temprana gracias a Sandman, una serie de cómics que nunca ha dejado de ser leída, apreciada o reeditada y a la que recientemente su autor ha añadido Overture, un nuevo volumen que funciona como una historia previa: lo que ya hasta la misma RAE llama «precuela». Sin embargo, la producción literaria de Gaiman no se circunscribe al mundo del tebeo e incluye un buen número de novelas y narraciones más breves, además de esporádicos trabajos como guionista.

Neil Gaiman
No obstante, la mayor parte de la fama actual —y los ingresos— de Gaiman parece proceder principalmente de adaptaciones de su obra. Dejando de lado una Neverwhere que en realidad fue escrita originalmente para la televisión, ya hemos visto versiones cinematográficas de Stardust y Coraline. Pero esto es poca cosa en comparación con lo que aún está por venir: la emisión de la serie basada en American Gods comenzó hace un par de semanas, el estreno de How to Talk to Girls at Parties es inminente y el próximo año aparecerá una versión seriada de Good Omens, novela coescrita junto a Terry Pratchett y cuya adaptación al cine es otro más de los planes frustrados de Terry Gilliam. Por supuesto, también está Sandman, aunque he de reconocer que le he perdido la pista a este proyecto y ya no sé si la intención actual es filmar una película, una serie de televisión, ambas cosas o ninguna.

Lucifer
De hecho, se ha señalado la demora en consolidar las líneas maestras de la adaptación de Sandman como la razón de que en el ínterin haya aparecido una serie nueva con la que guarda cierta relación, Lucifer. El protagonista que le da nombre es el ángel caído que todos conocemos, apropiado y modificado por Gaiman para que sirviera como personaje en Sandman y que posteriormente obtendría su propio cómic homónimo, guionizado por Mike Carey. Sin embargo, la anodina serie producida por Warner Bros. bajo el título Lucifer es de corte policial y nada tiene que ver con las respectivas obras de Gaiman y Carey, de manera similar a lo perpetrado por aquella película titulada Constantine, cuya relación con el cómic Hellblazer era más que tangencial a pesar de tomar prestado su protagonista. En cualquier caso, series como Lucifer aumentan mi escepticismo sobre muchas de las devaluadas adaptaciones audiovisuales que se realizan en la actualidad, a las que ya no me apetece aproximarme ni tan siquiera para pasar el rato.

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