The Witch: luna de mil caras

The Witch
Aunque no me siento obligado a que mis gustos reposen sobre una sólida base analítica, sí necesito comprender por qué algo es de mi interés o no. Precisamente, el desasosiego experimentado mientras veía The Witch tiene que ver más bien con este punto antes que con lo mostrado en pantalla, a pesar de que esta película se intuía perturbadora ya desde su tráiler. En esta ocasión el escenario es algún lugar de la Nueva Inglaterra rural de comienzos del siglo XVII, cuando una familia abandona la comunidad puritana a la que pertenece para fundar una granja por su cuenta en algún lugar dejado de la mano de dios. El metraje no avanzará demasiado antes de dar paso a los usuales sucesos extraños, presenciados siempre desde el punto de vista de los miembros de la familia a excepción del momento en que presenciamos el destino final del bebé raptado. Por desgracia, esta escena viene a destruir en buena medida el misterio planteado, sin aportar gran cosa a un relato de pretendido horror psicológico.

Probablemente aquí fue donde comenzaron mis problemas con una cinta en la que teóricamente casi todo es correcto y de mi agrado: desde la impecable fotografía hasta su atractivamente opresiva atmósfera, sin olvidar una banda sonora en la que solo hubiera faltado el flautista de la corte de Azathoth. Y sin embargo, The Witch me ha parecido inferior a la suma de sus partes por motivos que no soy capaz de explicar del todo. Quizá el problema radique en mi sobreexposición a un género con el que empiezo a estar demasiado familiarizado.

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