American Thighs: el billete dorado

La importancia de la literatura infantil y juvenil como fuente de inspiración debiera estar fuera de toda duda, habida cuenta del peso de su legado en la cultura popular. La historia interminable es un ejemplo incuestionable, cuya influencia es visible por doquier aún hoy. Pero encuentro de especial interés que al menos tres grupos musicales hayan tomado su nombre de algún hallazgo realizado entre sus páginas: los metaleros Atreyu, los «indies» Vetusta Morla y los inefables Auryn. Por el contrario, tardé muchos años en descubrir que el nombre de Veruca Salt también era literario en origen, con la banda habiendo adoptado el nombre de la niña repelente de Charlie y la fábrica de chocolate. Como siempre, la vergüenza sentida ante cualquier asomo de ignorancia en asuntos de letras me hizo incluir esta novela de Roald Dahl en mi siempre abultada lista de libros pendientes. Y ahí continúa hasta hoy, sin que haya encontrado el momento para ir más allá de la adaptación dirigida por Tim Burton, muy inferior por otra parte al episodio de Futurama Fry y la fábrica de Slurm.

American Thighs, por Veruca Salt
Hacía tiempo que nada me hacía recordar a Veruca Salt (el grupo, no el personaje) pero su primer disco es uno de esos álbumes especiales, de los que puedo escuchar de principio a fin sin ser asaltado por la tentación de omitir alguna de sus canciones. Con un sonido que hizo que muchos lo adscribiéramos inmediatamente a aquello del grunge, este American Thighs fue una parte ineludible de mi banda sonora personal de mediados de la década de los noventa. Las voces aniñadas de Nina Gordon y Louise Post contrastaban con sus guitarras mínimamente rockeras al tiempo que aportaban un toque de dulzura, muy necesario en un rock alternativo que entonces percibía dominado por voces masculinas de talante más agresivo. Todavía me faltaban algunos años para descubrir a The Breeders y mostrarme en desacuerdo con quienes acusaban a Veruca Salt de un parecido excesivo con la banda de las hermanas Deal. La propia Kim Deal llegó a salir al paso de estas cansinas acusaciones, limitando el parecido entre las bandas al hecho no trivial de que ambas contaran con dos chicas al frente.

Sin embargo no seguí la andadura de Veruca Salt mucho más allá de su primera etapa. Intenté apasionarme de igual manera por Eight Arms to Hold You pero la producción de Bob Rock supuso un obstáculo insalvable: nunca me gustaron aquellas guitarras súbitamente endurecidas en un contexto que seguía siendo de rock descafeinado. Quizá mi desilusión fue lo me hizo pasar por alto la publicación de su tercer trabajo, pero cuando apareció un cuarto disco consideré que ya era demasiado tarde para reengancharme al grupo. A pesar de todo, la reciente publicación de un quinto álbum titulado Ghost Notes ha reavivado mi interés y será inevitable que la añoranza me lleve a escucharlo en algún momento del futuro cercano.

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