Un día perfecto: se fue a la guerra

La de «cine español» es una categoría que suelo considerar enteramente irrelevante a la hora de decidirme a ver una película. Es cierto que no me intereso con frecuencia por la ficción que suele hacerse en este país, aunque ello obedece por lo general a razones de índole temática: el patrioterismo de los que recientemente se han desgañitado llamando falso español a Fernando Trueba es un sentimiento al que por fortuna soy ajeno.

Así, no fue difícil que se me persuadiera para ver Un día perfecto, la última película de Fernando León de Aranoa. Es esta una obra que, gracias a un reparto mayoritariamente internacional, invita como pocas al uso del espurio elogio «no parece española». Pero más allá de lo anecdótico, Un día perfecto es una excelente historia de aventuras en la que el esperado trasfondo social no supone una cortapisa al entretenimiento, de un modo que me hizo recordar lo realizado por Ken Loach en The Angels' Share.

Pero las mayores sorpresas de Un día perfecto no se hallan en los riesgos narrativos asumidos por su guion o en su más que correcto aspecto visual, sino en una banda sonora divorciada del argumento y excesivamente presente. La discordancia entre esta banda sonora y lo relatado en pantalla alcanza sus cotas más altas en dos momentos: el hallazgo de unos cuerpos ahorcados es acompañado por la versión de «Sweet Dreams (Are made of this)» llevada a cabo por Marilyn Manson mientras que un grupo de prisioneros es abandonado a un destino incierto en manos de tropas serbias mientras suena Venus in Furs de The Velvet Underground. El director afirma que este contraste entre lo visual y lo sonoro es intencional pero encuentro el resultado inapropiado antes que perturbador. No sólo la disonancia lírica es manifiesta sino que en ambos casos se trata de canciones tan conocidas que distraen de la narración a fuerza de llamar la atención sobre sí mismas.

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