Pequeño circo: yo iba al Maravillas

La literatura sobre música popular escrita en España es tan escasa que cada nueva publicación debiera ser poco menos que celebrada. Sin embargo, los medios especializados de este país no suelen prestar gran atención al ensayo y, así, el relativo ninguneo sufrido por Pequeño circo no resulta en modo alguno inesperado. Esta obra del periodista Nando Cruz, subtitulada Historia oral del indie en España, pretende dar una visión de conjunto del panorama musical independiente surgido hacia los años noventa del siglo pasado. Pocas escenas han dejado un legado tan exiguo como esta y no puedo atribuir más que a una curiosidad insana el haber conseguido abrirme paso a través de casi mil páginas que versan sobre unos grupos que, en su mayor parte, me interesan aún menos hoy de lo que lo hicieron entonces.

Pequeño circo, por Nando Cruz
Las escasas reseñas aparecidas en medios no generalistas han comparado invariablemente Pequeño circo con otras dos obras: Please Kill Me de Legs McNeil y Gillian McCain y la mucho más reciente Indies, hipsters y gafapastas de Víctor Lenore. La semejanza con la primera viene dada por una similar naturaleza de historia oral, un mosaico compuesto por su autor a partir de retazos de entrevistas realizadas a los protagonistas de los hechos narrados. Pero la insistencia en comparar Pequeño circo con el mencionado opúsculo de Lenore es bastante más llamativa, teniendo en cuenta la naturaleza de anecdotario del primero frente al carácter más analítico del segundo. Aún así podemos considerar que ambos periodistas parecen abrir fuego desde parecidas posiciones, si bien el segundo ha compuesto su mensaje a partir de la voz de otros; hasta tal punto que la idea original del libro no partió del propio Cruz sino de su editorial. No obstante, muchas de las opiniones expuestas por sus entrevistados coinciden en cierta medida con las reflexiones de Lenore y gran parte de los personajes que poblaban aquella escena indie de los noventa se muestran similarmente críticos con el carácter vacuo de la misma, al menos a posteriori. Las pamplinas autocomplacientes de J son la excepción más notable, funcionando como un voto particular o, más bien, una nota discordante.

Por desgracia, el texto de Pequeño circo presenta un buen número de problemas, en buena medida debido al intento declarado del autor por preservar las particularidades del discurso de sus entrevistados. No pretendo culpar a Nando Cruz por la existencia de músicos que ignoran la diferencia entre una discoteca y una discografía pero el libro hubiera podido beneficiarse de una mayor atención al detalle. Son frecuentes los errores de concordancia del tipo «treinta y un referencias» o «el primero libro» aunque encuentro más irritantes las faltas de consistencia al escribir términos como friki, que unas veces será «freaky» y otras «freakie». Pero estas no son más que pequeñas distracciones y el principal problema para un lector que no fuera fan de aquella escena será la exhaustividad de este volumen. La obra hubiera podido beneficiarse enormemente del trabajo de un editor inmisericorde y, mientras Please Kill Me hilvanaba un relato sobre algo tan relevante como el punk en menos de medio millar de páginas, Pequeño circo ha empleado más del doble en poner de manifiesto la escasa trascendencia del indie nacional.

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