Kung Fury: es el futuro

Kung Fury
A pesar del agotamiento generado por la infinidad de maneras en que la década de los ochenta es regurgitada todavía aparecen productos con un aura casi de novedad. Este ha sido el caso de Kung Fury, un corto sueco financiado mediante micromecenazgo y que ha galvanizado la red en la semana transcurrida desde su publicación. Esta película es a un tiempo parodia y carta de amor al cine de acción de serie B, homenajeando los años ochenta de manera parecida a lo que Quentin Tarantino y Robert Rodríguez trataron de hacer con el cine de la década de los setenta en Grindhouse. De hecho ambas obras comparten similares tics y, donde Grindhouse empleaba el extravío de bobinas y el deterioro de la cinta como recurso narrativo y artificio visual, Kung Fury llega a mostrarnos algunas escenas como si las viéramos en una cinta de VHS con problemas de tracking. No obstante, sus notables efectos visuales impedirían que Kung Fury se hiciera pasar por un producto de hace treinta años si esa hubiera sido su intención.

Más allá de detalles accesorios (aunque uno de los elementos que contribuyen al encanto de la película sea precisamente su capacidad de transmutar lo accesorio en esencial), Kung Fury muestra una vez más lo sencillo que resulta dibujar una caricatura de los años ochenta a partir de un reducido número de sus artefactos culturales. Pero, por encima de cualquier posible regusto nostálgico, la película ofrece una experiencia perfectamente disfrutable. Es llamativo que de todas las referencias incluidas las más discordantes sean las contemporáneas, destacando especialmente el guiño a un meme de David Hasselhoff que resuena fuera de lugar a pesar de su presencia en la banda sonora. Así mismo, la presencia de nazis de opereta como antagonistas no llega a ser un desacierto pero es un recurso manoseadísimo que emparenta a Kung Fury con aquella Iron Sky que, por desgracia, no estuvo a la altura de su premisa inicial.

Farcry 3: Blood Dragon
Sin embargo el pariente más cercano de este corto no es una película sino un videojuego. Far Cry 3: Blood Dragon realiza una parodia similarmente voluntariosa de los años ochenta y los paralelismos con Kung Fury son numerosísimos: desde una banda sonora en la que reinan los sintetizadores hasta la presencia de reptiles gigantes, ya sean dragones o dinosaurios. Blood Dragon tiene la ventaja de contar con un genuino héroe de acción de segunda fila como Michael Biehn en el papel protagonista mientras que Kung Fury se ha conformado con su propio director David Sandberg en el mismo rol. Así mismo, Blood Dragón cuenta con una capa adicional de complejidad al tratarse de un sucedáneo de retrofuturismo imaginado en la actualidad, mientras que Kung Fury retrata un 1985 ya visto aunque estilizado e hiperbolico, poblado por hackers con bigotillo y gánsteres capaces de matar para robar un radiocasete. Película y videojuego están animadas por un mismo espíritu que expone de modo incuestionable la permeabilidad entre ambos medios, además de hacer que me pregunte si algún día comenzará un revival de los años noventa que vaya más allá de lo anecdótico.

P.S. Kung Fury se puede ver de manera gratuita aquí.

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