La prescripción como cebo

Hubo un tiempo en el que la elaboración de listas llegó a a ser, si no uno de mis pasatiempos preferidos, sí uno de los más recurrentes. Ya algunos años antes de haber leído Alta fidelidad solía emplear en compañía de amigos numerosos tiempos muertos en la cafetería de mi facultad, poniendo por escrito los rankings más fútiles con especial incidencia en lo musical. Los grupos con mejores caras B, los discos más relevantes de esta o aquella década, los escritores con mayor número de obras imprescindibles, las asignaturas más infumables del plan de estudios vigente... ninguna categoría estaba a salvo de nuestro afán clasificador. Ya entonces las disputas sobre algunas entradas ponían de manifiesto el absurdo implícito en asignar posiciones numéricas en función de características no cuantificables. Aún así este entretenimiento inocente proporcionaba una vía para el intercambio de ideas entre pares, además de un saludable contacto con criterios ajenos al propio.

Rockdelux, número 333
Por el contrario, las listas con que suelo encontrarme hoy proceden en su mayor parte de medios de comunicación que en buena medida encuentran en ellas una perezosa manera de crear contenidos, a menudo dejando de lado todo análisis para limitarse a esbozar una descripción de lo enumerado. No me queda demasiada paciencia para lidiar con listas tan cansinamente exhaustivas como las que abundan en las páginas de Rolling Stone o New Musical Express, aunque todavía aprecio su valor como guía de campo y punto de partida de ulteriores investigaciones. Mucho mas insulsas son las recopilaciones de microtextos de autoayuda que se nos presentan como guías de estilo de vida en revistas de la catadura de Esquire, al ofrecernos los diez pasos para causar una buena impresión duradera o las treinta cosas que todo estiloso caballero debiera evitar al entrar en la treintena. Pero más perniciosas me parecen algunas de las listas recogidas en medios como Jot Down, en su insistencia por recomendarnos siete películas que no debemos dejar de ver si nos ha gustado determinado blockbuster o quince libros para seguidores de alguna serie televisiva de moda. En estos artículos las usuales referencias molonas son recicladas una y otra vez mientras que la intención de ampliar horizontes con propuestas no tan conocidas descuella mucho menos a menudo. Así, bajo la apariencia de bienintencionados consejos a menudo yace un reduccionismo cultural de trazo grueso que parece haberse convertido en uno de los signos de nuestros tiempos.

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