Willow Creek: damnatio memoriae

Los grandes estudios cinematográficos son cada vez más cautos con su dinero y una parte no desdeñable de su inversión se concentra en adaptaciones de obras procedentes de otros medios, remakes más o menos innecesarios y hasta reimaginaciones completas de clásicos no tan apolillados como quisieran hacernos creer. Una variante menos usual es la representada por aquellos productos que no llegan a ser un reboot pero sí suponen una ruptura en la continuidad de una saga. Este es el caso de la proyectada nueva entrega de Conan, que además del fallido reinicio de 2011 prescindirá de Conan the Destroyer para erigirse en epílogo a la película original de John Milius. Algo similar ha sido planeado para la nueva Alien de Neil Blomkamp, concebida como una continuación directa de Aliens de James Cameron que pasará por alto las tropelías cometidas por David Fincher y Jean Pierre Jeunet en sus respectivas películas. Incluso The Blair Witch Project podría recibir parecido tratamiento, con su universalmente despreciada segunda parte siendo ignorada por un nuevo capítulo más fiel al espíritu de la obra original.

Willow Creek
The Blair Witch Project es la responsable de haber popularizado en el cine el viejo recurso literario del manuscrito encontrado, piedra angular de todo el subgénero de películas de terror conocido como found footage. Estas obras suelen confiar en un número de recursos más bien limitado para cumplir con el cometido de asustar al espectador y su naturaleza formulaica no tarda en ponerse de manifiesto. Por ello una película como Willow Creek causa cierta sorpresa, a pesar de remitir inmediatamente a The Blair Witch Project tanto en lo argumental como en lo visual. Donde la mayoría de estas películas recurren a cámaras manejadas con pulso errático, Willow Creek consigue generar mayor tensión con un simple plano fijo en la que es su escena más memorable. De este modo el filme se alza por encima de algunas convenciones de género, llegando a dotarse de algo parecido a una identidad propia a pesar de inscribirse en una corriente tan limitada que ya nació exhausta.

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