Nocturna: feliz en tu día

Se me ocurren pocos objetos que puedan llegar a ser más interesantes de regalar que un libro, tanto para quien lo hace como desde la perspectiva de quien lo recibe. No creo que haya otro obsequio tan revelador de nuestro conocimiento del destinatario como un volumen bien escogido, amén de los infinitos mensajes que es posible enviar de esta manera. Pero para esto se precisa de cierta familiaridad tanto con el agasajado como con el libro en sí y por ello no suelo regalar libros que no haya leído previamente.

Aún así no me gusta agonizar en exceso sobre estos detalles y, lejos de intentar hallar el libro perfecto para cada persona, nunca me ha importado regalar un mismo libro en múltiples ocasiones: quizá no tanto por su carácter polivalente como por alardear de un hallazgo interesante. Y otras veces, las menos, la audacia me conduce a errores como regalar Nocturna, una novela escrita a cuatro manos por Guillermo del Toro y Chuck Hogan (o posiblemente bosquejada por el primero y pulida por el segundo). Cuando, meses después de haberla hecho llegar a su inocente destinataria, me interesé por sus hipotéticas bondades la recibí en préstamo como respuesta. Y venganza.

Nocturna, por Guillermo del Toro y Chuck Hogan
En Cómo hablar de los libros que no se han leído Pierre Bayard reflexiona acerca de hasta qué punto es posible dar un libro por leído si el tiempo nos ha hecho olvidar buena parte de su contenido. Así, es revelador que el recuerdo más vivido que conservo de Nocturna sea el de una horrible traducción que mezclaba modismos españoles con americanos, siguiendo las instrucciones de Del Toro para obtener un texto comercializable en ambas orillas del Atlántico. Y aunque nunca he tenido problemas con libros escritos en una variedad del castellano que no fuera la mía, esta traducción frankensteiniana se me antojó artificiosa y muy alejada de la quimérica neutralidad lingüística que se perseguía. Por lo demás, Nocturna se trata de una genérica novela de vampiros en la que los chupasangres asumen su tradicional rol de villanos, en un giro que casi extraña en estos tiempos de muertos vivientes crepusculares. El argumento se limita a calcar la plantilla legada por Drácula y suplementada por El misterio de Salem's Lot, ahondando en un concepto de vampiro que Del Toro ya había esbozado en Blade II. Pero no recuerdo haber disfrutado demasiado con la lectura de Nocturna y cuando llegó el momento de devolverlo a su dueña lo hice con una disculpa, prometiendo esforzarme más con futuros obsequios. Quizá un inconsciente deseo de penitencia sea lo que me ha llevado a ver The Strain, la esperable adaptación televisiva de una novela madre ya aumentada a trilogía.

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