Dead State: estaba de parranda

El apocalipsis zombi como excusa narrativa para llegar al «fin del mundo tal y como lo conocemos» ha sido usado tan a menudo que su más mínima insinuación me conduce sin demora al aburrimiento. A pesar de ello la fuerza de la costumbre hace que siga comprando —y leyendo— cada nuevo volumen publicado de The Walking Dead, un cómic que desde hace mucho evidencia el agotamiento de su fórmula a pesar de esporádicos destellos de genio. A la lectura del tebeo suelo añadir el visionado de su adaptación televisiva aunque cada vez acudo más tarde a la cita anual con Rick y compañía, tal vez por forzar un ilusorio distanciamiento del ubicuo fenómeno Z.

Dead State
Pero a pesar de este y otros pequeños esfuerzos los zombis siguen sin escasear en mi dieta y, además de recuperar clásicos como Return of the Living Dead, la curiosidad a veces me lleva a aproximarme a productos de consumo de masas como World War Z, de torpe guión y unos efectos visuales que llegan a ser hilarantes en su afán por deslumbrar. Por si fuera poco, no hace mucho que he recibido una copia de Dead State, más de dos años después de haber participado en su campaña de financiación en Kickstarter. Eran otros tiempos, en los que el hastío ya me invadía ante la sola mención de la palabra zombi pero aún era capaz de disfrutar jugando a Dead Island o leyendo The Walking Dead.

Las semejanzas argumentales entre esta última obra en cualquiera de sus dos encarnaciones y Dead State fueron un poderoso aliciente a la hora de decidirme a pagar por la promesa de un videojuego. Con un protagonista que se recupera de un accidente tan solo para despertar en pleno apocalipsis zombi, Dead State sigue la estela dejada por obras como 28 Days Later o la ineludible The Walking Dead. Y como en esta, nuestro héroe se convertirá en líder de un pequeño grupo de no muy bien avenidos supervivientes que podrán ser dirigidos con infinita benevolencia o a sangre y fuego. Pero fue la mecánica del juego lo que realmente despertó mi interés, con un combate por turnos que auguraba interesantes posibilidades tácticas frente a las hordas de muertos vivientes. Es una pena que este componente táctico no haya sido aprovechado más a fondo y que el resultado final pierda lustre por culpa de controles poco intuitivos, un nefasto sistema de gestión del inventario y la usual miríada de bugs. A pesar de todo, Dead State es completamente jugable tras haber recibido parches que solucionan algunos de sus problemas más acuciantes y mientras continuo explorando con interés el estado de Texas me pregunto cuál será el final de una historia que, al igual que The Walking Dead en palabras de su creador, parece concebida para que no finalice nunca.

Comentarios