Death in June: ¿despertaré a la oscuridad?
Hoy tiene lugar un acontecimiento tan poco frecuente como un concierto en Madrid de Death in June y me dispongo a asistir al mismo mientras experimento gran variedad de sensaciones. Pero entre ellas predomina la vergüenza por ir sin haber hecho los deberes, con la esperanza de escuchar un repertorio tan plagado de éxitos añejos como si fuera a ver cualquier dinosaurio de tres al cuarto en un festival veraniego. Y es que hace ya unos cuantos años que dejé de seguir la pista al proyecto de Douglas Pearce, aburrido de una música que me llegó a parecer repetitiva, prisionera de una fórmula tan caduca que ni siquiera en los momentos más gloriosos de su pasado le permitía alzar el vuelo por completo.
Dejando a un lado la experimentación inicial y la incursión electrónica que supuso Nada! la guitarra acústica es el instrumento que protagoniza la mayoría de las composiciones de Pearce. Pero la habilidad del británico como guitarrista se reduce a rasguear un exiguo número de acordes siguiendo un número aún más limitado de patrones rítmicos. Incluso en aquellos años dorados, los que vieron la publicación de But, What Ends When the Symbols Shatter? y Rose Clouds of Holocaust, la propuesta de Death in June fue un tanto insulsa en lo musical. De hecho, la banda me sirvió de gran ayuda cuando comenzaba a tocar la guitarra y necesitaba discos sencillos de los que poder aprender armonías y estructuras sobre la marcha: no fueron pocas las veces que toqué de principio a fin el doble álbum en directo Something is Coming.
Hoy suelo referirme a este grupo como el portal a través del cuál llegué hasta otros proyectos que suelen incluirse dentro del llamado neofolk, como los muy interesantes Sol Invictus de Tony Wakeford o los Forseti del malogrado Andreas Ritter. Pero aunque apenas escuche ya la música de Death in June conservo un buen recuerdo de la banda, gracias en parte a unas letras ricas en un simbolismo que explora temas inusuales, generalmente muy alejados de los espurios significados políticos que tan a menudo se les ha querido atribuir. Y sobre todo gracias a un sinfín de excelentes canciones, demasiadas para considerar a Douglas Pearce un mero poetastro con ínfulas de músico y las suficientes para perdonarle su cuestionable gusto por la provocación estética gratuita.
Dejando a un lado la experimentación inicial y la incursión electrónica que supuso Nada! la guitarra acústica es el instrumento que protagoniza la mayoría de las composiciones de Pearce. Pero la habilidad del británico como guitarrista se reduce a rasguear un exiguo número de acordes siguiendo un número aún más limitado de patrones rítmicos. Incluso en aquellos años dorados, los que vieron la publicación de But, What Ends When the Symbols Shatter? y Rose Clouds of Holocaust, la propuesta de Death in June fue un tanto insulsa en lo musical. De hecho, la banda me sirvió de gran ayuda cuando comenzaba a tocar la guitarra y necesitaba discos sencillos de los que poder aprender armonías y estructuras sobre la marcha: no fueron pocas las veces que toqué de principio a fin el doble álbum en directo Something is Coming.
Hoy suelo referirme a este grupo como el portal a través del cuál llegué hasta otros proyectos que suelen incluirse dentro del llamado neofolk, como los muy interesantes Sol Invictus de Tony Wakeford o los Forseti del malogrado Andreas Ritter. Pero aunque apenas escuche ya la música de Death in June conservo un buen recuerdo de la banda, gracias en parte a unas letras ricas en un simbolismo que explora temas inusuales, generalmente muy alejados de los espurios significados políticos que tan a menudo se les ha querido atribuir. Y sobre todo gracias a un sinfín de excelentes canciones, demasiadas para considerar a Douglas Pearce un mero poetastro con ínfulas de músico y las suficientes para perdonarle su cuestionable gusto por la provocación estética gratuita.
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