The Machine: implante neural táctico

El gran estreno cinematográfico de ciencia ficción de este año ha sido la esperada Interstellar, último trabajo de un Christopher Nolan que aún conserva su estatus como director de culto a pesar del éxito de público cosechado por sus devaneos superheroicos. Aunque todavía no la he visto no por ello he sido capaz de evadirme de los numerosos debates que está suscitando en los que, por ejemplo, se discute sobre si hay en ella más de Spielberg o de Kubrick. Incluso encontraremos quien niegue su naturaleza de obra de ciencia ficción, una etiqueta que suele aplicarse alegremente a Gravity o a cualquier otra narración en la que aparezcan naves espaciales. Pero lo cierto es que este género solo cobra protagonismo cada vez que el rodillo publicitario es puesto en marcha por alguna película de elevado presupuesto, aunque a la postre se limite a ser un nuevo producto de acción ambientado en escenarios futuristas.

The Machine
Este no es el caso de The Machine, una modesta producción británica escrita y dirigida por el debutante Caradog W. James. Su planteamiento no es de una gran altura conceptual y los temas que trata ni siquiera son especialmente novedosos: en lo esencial nos remite una vez más a Frankenstein y sus cuestiones acerca de lo que nos hace humanos, además de jugar con el miedo que el hombre siente hacia su obra y que ya ha aparecido en tantos argumentos en los que la robótica desempeña un papel importante. La cinta incluye también más de un guiño a otros ancestros ilustres, con algún elemento visual tomado directamente de Metropolis y una banda sonora demasiado inspirada en la compuesta por Vangelis para Blade Runner - el tema que suena durante los títulos de crédito finales es algo así como un semiplagio. Con su trillada temática y unas referencias tan evidentes no esperaba gran cosa de una The Machine que sin embargo se las arregla para funcionar con solvencia a pesar de unos personajes desdibujados y un apresurado final en el que todo se resuelve a hostias. Estos detalles tampoco impiden que el futuro cercano que aquí se esboza sea especialmente inquietante, quizá porque ya casi lo podemos vislumbrar en el horizonte.

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