...y todos para uno

Arturo Pérez-Reverte es un autor a menudo vilipendiado, de filiación política cuestionable y frecuentemente tachado de altivo, cuando menos. Hace tiempo que dejé de seguir su carrera y, aparte de su ingreso en la RAE, apenas sé de él que compatibiliza su abundante producción de bestsellers con la de columnista ocasional en diversos medios. Sin embargo hubo una época en la que dejar caer su nombre en conversaciones sobre libros no suponía arriesgarse al inmediato escarnio a manos del esnob de turno. Incluso era posible proclamar interés en su obra a cara descubierta, sin camuflar esta afición tras la estupidez posmoderna y autocensora del placer culpable.

El Club Dumas, por Arturo Pérez-Reverte
No recuerdo cuándo o cómo conocí a Pérez-Reverte pero no he olvidado que terminé con uno de sus libros en mis manos tras leer un artículo nada menos que en la efímera edición española de la revista Dragón. Aquella extensa reseña de El club Dumas parecía fuera de lugar entre tanto texto dedicado a Dungeons & Dragons, pero consiguió motivarme lo bastante como para hacerme con una novela que tocaba muchos de los palos que por entonces me interesaban. No hacía demasiado que había leído El péndulo de Foucault y El club Dumas se me antojó un pariente pobre, semejante en los temas tratados pero de menor calado intelectual. Y sin embargo la novela tenía una identidad propia sobre la cual la obra de Eco no llegaba del todo a proyectar su sombra. Una reciente relectura ha vuelto a ponerme en contacto con un libro que se conserva tan atractivo como lo recordaba y hasta dotado de mayor enjundia. Su argumento se me había desdibujado un tanto, sin duda a causa de aquella pseudoadaptación dirigida por Roman Polanski, cuyo cambio de título a La novena puerta se justifica no sólo porque algún experto en marketing lo considerara más vendible, sino porque todos los elementos relativos a Dumas fueron dejados a un lado: casi podríamos decir expurgados. Esta excesiva poda de sus jugosas ramificaciones hace que La novena puerta se quede en una historia de misterios librescos que paradójicamente dispensa de casi toda referencia literaria, perdiendo así el carácter de homenaje a la novela de aventuras que distinguía a El club Dumas.

Comentarios