Ender's Game: los viejos cadetes espaciales

En ocasiones ocurre que un autor o músico por quien en tiempos llegamos a sentir auténtica devoción pierde ese lugar de privilegio. Y menudo la causa es ese hastío que nace del conocimiento íntimo y que puede hacernos olvidar casi cualquier objeto amado.

Orson Scott Card fue durante mucho tiempo uno de mis escritores de cabecera y me sentía poco menos que obligado a leer cada palabra que escribía. Pero no sería la sobredosis lo que terminara por conducirme al desinterés sino la creciente presencia en su obra de su ideario religioso, plenamente visible en la colección de cuentos La gente del margen y llegando a extremos absurdos en La saga del retorno. La lectura de esta última pentalogía fue lo que finalmente me hizo desistir de continuar adentrándome en el universo de Card, harto del mesianismo explícito de su protagonista y de una visión reaccionaria del mundo en general y de temas como la homosexualidad en particular. A pesar de todo continúo conservando una minúscula cantidad de aprecio por Card, quizá porque aún recuerdo las especiales circunstancias en las que leí Maestro cantor y la importancia que tuvo para mí en aquellos días. Quizá por ello sentí una cierta emoción cuando se anunció que El juego de Ender saldría del limbo para finalmente ser filmada.

Ender's Game
Sin embargo, la desgana que me inspiran los sucedáneos de ciencia ficción al estilo de Hollywood tampoco me ha concedido tregua en esta ocasión y no he reunido ánimos para ver esta adaptación hasta fecha reciente. El juego de Ender es la simplificación de la obra original que cabe esperar de un producto de este tipo, con numerosos elementos pasados a un segundo plano o completamente dejados de lado, como el papel desempeñado por los hermanos del protagonista en la obra original, las razones de los alienígenas para atacar a la humanidad o cualquier cosa que no ocurra en el entorno inmediato del protagonista. Del mismo modo, la película parece esforzarse por evitar la inclusión de conceptos comunes en la ciencia ficción, quizá para hacerla más accesible para ese hipotético espectador poco amigo de complicarse la vida con zarandajas como la dilatación temporal. Pero nada ejemplifica el presente zeitgeist como la transformación del general Mazer Rackham en as de la aviación, derrotando a los insectores no a través de su genio militar sino estampando su caza contra la nave insignia del enemigo, casi como en Independence Day. A hostia limpia y molando mazo desde el primer minuto.

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