Bit of a Blur: ¿el palacio de la sabiduría?

La lectura de biografías no está entre mis pasatiempos preferidos aunque suelo hacer excepciones con los relatos vitales de músicos, en especial cuando ellos mismos son los narradores. No puedo negar que este interés mío se debe en buena medida a la mitomanía, si bien es cierto que no es la única razón que me hace aproximarme a las vidas de estos personajes. El motivo que me gusta considerar como principal es la curiosidad por asomarme a sus procesos creativos, así como el descubrimiento de la motivación que informa su actividad artística.

Mi interés por Blur siempre ha sido algo más que pasajero y el grupo es uno de los pocos pesos pesados del llamado britpop cuya música sigo revisitando con asiduidad, aunque algunos momentos de sus últimos álbumes me produzcan un hastío comparable al que me inspira la obra reciente de Radiohead. Y desde luego que la autobiografía de una figura tan carismática como su bajista iba a producirme algo de curiosidad, a pesar de que las únicas noticias recientes sobre Alex James que había tenido ocasión de leer estuvieran relacionadas con su afición por el queso - recordándome a John Lydon, otro músico aparentemente aficionado a los lácteos y que no hace demasiado ensalzaba las virtudes de una marca británica de mantequilla.

Bit of a Blur, por Alex James
Bit of a Blur podría estar mejor escrito (hasta siete veces he llegado a contar la palabra «famoso» en un mismo párrafo) pero es una lectura pasablemente amena. Por desgracia, James se empecina en pasar casi de puntillas por su carrera musical, que trata como un simple medio para alcanzar un fin tan burgués como colmar sus expectativas materiales: el grueso de la narración lo ocupa el relato de sus excesos de juventud, de un hedonismo tan vacuo y amoral que espanta. He visto pocos músicos menos ávidos de expresar su amor por su instrumento que el Alex James aquí autorretratado, quien emplea más tiempo en hablar de guitarras, pianos y percusiones varias. El espacio dedicado a Blur es escaso y en el pequeño anecdotario sólo destaca el calculado desdén con el que en ocasiones se alude al batería Dave Rowntree. Por lo demás, James no se revela como un pensador profundo y la obra está repleta de generalizaciones de trazo más que grueso y diversas pontificaciones, todo ello impregnado de un conservadurismo que se resume perfectamente en la frase que cierra uno de los últimos capítulos, cuando afirma que aunque las estrellas de rock —categoría en la que se incluye— comienzan su carrera queriendo cambiar el mundo siempre terminan por desear el mantenimiento del statu quo.

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