El Pardo: tu dios es verdadero

Si hay algo que marca la diferencia entre la música de décadas pasadas y la del presente es la práctica desaparición del posicionamiento o compromiso político, ejemplificado aquí en una Lourdes Hernández significándose como «de derechas» desde una posición de aparente indigencia intelectual. En su excelente ensayo Clampdown, la periodista británica Rhian E. Jones analiza el giro ideológico que ha tenido lugar en la escena musical británica durante las últimas dos décadas, aunque algunas de sus conclusiones son fácilmente extrapolables a la realidad española. En este país también se ha producido un fenómeno de apropiación cultural, con una clase obrera que ha perdido su voz al negársele el derecho a definirse como tal y una producción musical cada vez más en manos de miembros de los estratos sociales más privilegiados. Y si a ello añadimos que buena parte de la escena independiente está formada por «gente mayor que está viviendo su adolescencia» —en palabras de Nacho Canut— el conformismo con el sistema está casi garantizado y la música deja de ser un medio que vehicule críticas hacia el mismo. La protesta desaparece del rock'n'roll.

Por ello, en la presente coyuntura es de agradecer la existencia de proyectos como El Pardo, que tras una prometedora maqueta acaba de publicar un primer trabajo epónimo al que no se puede acusar de mirar hacia otro lado. Tras una portada de inspiración DIY en sobrio (¿austero?) blanco y negro hallamos un sonido más que crudo y difícil de clasificar de otra manera que no sea punk. Pero su instrumentación con tendencia al drone y sus lineas vocales casi desprovistas de melodías dan forma a un aspecto musical de la banda que queda en inmediato segundo plano al contraponerlo a sus letras.

El Pardo
Y es en estas politizadas letras donde se encuentra la grandeza de El Pardo. Es cierto que el mensaje contenido en las mismas es de desigual calado y, así, podemos encontrarnos con la relativa y juguetona simplicidad de «El inútil de Mariano», tema que abre el disco. Pero esta sencillez pronto da paso a ideas de mayor enjundia, culminando con el largo tema de spoken word que cierra el álbum, titulado «La charla final» y que se burla de la falacia neoliberal acerca de cómo la lucha obrera carece hoy de sentido porque «todos somos clase media«. Pero mis preferidas son «Las clases ociosas», rebosante de afilado y venenosísimo sarcasmo, y la iconoclasta «¡Son los 90!», con su crítica feroz a una escena musical caracterizada por el pasotismo político de los que ni son de izquierdas ni de derechas: sólo son indies. Este rescate de conceptos que algunos quisieran relegar a la categoría de antiguallas es lo que hace que el discurso de El Pardo ataque no sólo al sistema sino también a un sector contrario al mismo, pero que paradójicamente se somete a sus reglas de juego al proclamar la actual irrelevancia de las ideologías.


Comentarios

  1. No es más que el triste reflejo de una realidad social que tendrá que cambiar aunque sea obligada por las circunstancias. De todos modos en algunos géneros como el pop nunca ha habido mucha crítica...

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