The Moon is a Harsh Mistress: la política de Selene

Muy a menudo la naturaleza subjetiva y aleatoria de nuestros gustos es revelada por ciertos autores, que pasan a ocupar posiciones elevadísimas en nuestros panteones personales por mor de un solo libro. Durante mucho tiempo Robert A. Heinlein fue para mí uno de esos one-hit wonders, un escritor de cuya obra era un casi absoluto desconocedor aunque no me cansara de repetir que Forastero en tierra extraña era una de las mejores novelas que había leído nunca. Este libro causó tal impresión en mí que, años después, fui capaz de perdonar a Heinlein el carácter panfletario y políticamente cuestionable de Starship Troopers para leer otro más de sus escritos considerados esenciales.

The Moon is a Harsh Mistress, por Robert A. Heinlein
Así es como cayó en mis manos The Moon Is a Harsh Mistress, una novela de ciencia ficción rebosante de un contenido político no tan sospechoso pero igualmente controvertido. Reducido a sus elementos esenciales, el argumento narra los esfuerzos de los colonos de la Luna por sacudirse el yugo terrestre, cuya explotación no sostenible de los recursos del satélite está condenando a sus habitantes a una extinción inminente. Es fácil ver en esta premisa un antecesor de la mastodóntica trilogía marciana de Kim Stanley Robinson, aunque Heinlein limita su preocupación por la ecología de la terraformación a lo pseudomalthusiano y se centra únicamente en los aspectos sociales del conflicto asimétrico que plantea. The Moon Is a Harsh Mistress llega a funcionar en algunos aspectos a modo de auténtico manual para revolucionarios, con descripciones minuciosas sobre como crear una organización secreta basada en el consabido sistema de células.

Pero más allá de estas conspiraciones de carácter decimonónico, el acierto de Heinlein radica en establecer el acceso a los flujos de información y su control como factor determinante de la victoria de los colonos sobre su metrópoli, siendo este elemento el que da mayor vigencia a una novela publicada hace casi cincuenta años. Un detalle no trivial es que en la obra los rebeldes tienen de su lado un superordenador que ha adquirido conciencia de sí mismo y que ha decidido luchar contra la Autoridad Lunar para la que originalmente fue construido, a modo de constante y casi literal deus ex máchina. Y sin embargo, en nuestra propia realidad no sería tan fácil subvertir los objetivos originales de sistemas como la red ECHELON o el programa PRISM.

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