Viaje de estudios

Durante las últimas semanas he pasado un puñado de horas trasteando con una melódica, ese híbrido de flauta y armónica que casi nadie considera un instrumento serio pero que de tanto en tanto se ve en manos de músicos consagrados. No creo necesario decir que cualquier tipo de aprendizaje es naturalmente enriquecedor pero encuentro especialmente saludable la inevitable dosis de humildad que recibimos al seguir considerándonos meros estudiantes. Pero mientras intento adquirir algo que pueda pasar por soltura con este instrumento no puedo dejar de pensar, una vez más, en esos profundos abismos sonoros que nos separan de otros países vecinos.

La música pop probablemente sea una de las principales señas de identidad cultural del Reino Unido y, como tal, no sólo goza de gran presencia mediática sino de un reconocimiento y apoyo institucional con los que aquí sólo cabe soñar. La guitarra acústica forma parte de la cesta de la compra empleada para calcular el IPC británico —no en vano uno de cada siete hogares cuenta con una— y existe un programa de créditos libres de interés para la compra de instrumentos musicales, aunque limitado a Inglaterra. Mientras tanto, en España la enseñanza de la música está en vías de liquidación y la práctica totalidad de bienes y servicios culturales tributan al tipo general de IVA. Todo se supedita a ese cambio de modelo económico que algunos aún se empeñan en que llamemos crisis.

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