Ready Player One: la vieja nueva ola

Al evaluar cualquier tipo de obra de ficción es inevitable tener en cuenta elementos externos y ajenos a sus cualidades. Casi de manera inconsciente no sólo juzgamos una obra por si misma sino ayudándonos de una extensa panoplia de herramientas exógenas: nuestro bagaje cultural, nuestros prejuicios y las expectativas que nos hayamos generado anticipadamente. Y hay pocas críticas más crueles que las efectuadas por alguien que ha visto dichas expectativas defraudadas por cualquier motivo: la publicidad prometía una película de ciencia ficción que en pantalla resultó ser más bien de acción, nos creímos lo expuesto en la contraportada de un libro o, simplemente, un amigo nos recomendó un videojuego que resultó ser de una temática que no contamos entre nuestras favoritas.

Ready Player One, por Ernest Cline
Un encuentro con algo muy diferente de lo que esperaba es lo que ha causado que mi opinión final sobre Ready Player One no haya sido tan positiva como preveía. Esta novela se anunciaba como algo escrito con geeks y nerds en mente pero su accesibilidad hace que parezca estar dirigida a prácticamente todo el mundo, independientemente de su grupo de edad o intereses. La obra usa la cultura pop de los años ochenta a modo de harapiento estandarte, pero haciendo hincapié en los aspectos más pedestres de la misma e interpretándolos desde un punto de vista carente de ironía y desvergonzadamente etnocéntrico. Videojuegos, cine, televisión y, en menor medida, música y juegos de rol parecen ser los únicos cimientos sobre los que dicha cultura pop ha sido erigida, mientras que las referencias literarias se reducen a la enumeración de un puñado de autores, sin que ni siquiera los cómics se salven de este ninguneo y sean mencionados más que de soslayo.

Más allá de la reivindicación de los aspectos culturales que constituyen su principal reclamo, Ready Player One es una obra vacua en su posmodernismo. El mundo actual está tan desprovisto de esperanza que la ciencia ficción contemporánea es mayoritariamente distópica, de carácter conservador o con una fuerte carga de nostalgia. Ready Player One aúna todos estos rasgos al mostrarnos un futuro pesimista de inspiración cyberpunk, habitado por personajes que viven para añorar iconos que fueron populares medio siglo atrás. Pero el argumento es tan previsible como olvidable y el único valor de la novela radica en su acertado uso de los aspectos más mainstream de la cultura occidental de los años ochenta del siglo pasado. No puedo evitar pensar que la intención de Ernest Cline al escribir Ready Player One no era otra que el anhelo propio de todo friki de sacar algún partido a las incontables horas invertidas en sus aficiones.

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