Cuando calienta el sol

Entendida en su sentido más amplio e inclusivo, la música pop está lejos de ser un todo homogéneo y se presenta de numerosísimas guisas. Pero entre este sinfín de etiquetas existen algunas que siempre he encontrado fascinantes, como la asignada a las bandas que se consideraron parte de aquel efímero movimiento llamado shoegazing.

Surgiendo a finales de los años ochenta y comienzos de los noventa, en líneas generales se podría afirmar que estos grupos conjugaron el carácter etéreo de Cocteau Twins con el ruidismo presente en The Jesus and Mary Chain, siguiendo decididamente la estela dejada por My Bloody Valentine. Pero la llegada del grunge a las listas de ventas hizo que el público se olvidara de estos músicos de mirada huidiza y para cuando el britpop hizo renacer el interés en la música británica ya nadie quería escuchar sus cuidadas evocaciones de paisajes sonoros. El pop postulado por Suede o Blur poco tenía que ver con ello y de las bandas que intentaron adaptarse a los nuevos tiempos muy pocas (como The Boo Radleys) consiguieron más que un puñado de nuevos seguidores. Lush se disolvieron tras el suicidio de su batería, mientras Ride caían víctimas de sus conflictos internos y Slowdive llegaban a un súbito final cuando Creation Records dejó de contar con ellos. Otros grupos como Swervedriver o Chapterhouse no tardaron mucho más en desaparecer y antes del final del siglo XX la denominación shoegazing había pasado a tener una absoluta mala prensa, siendo para muchos un sinónimo de los aspectos más rancios y casposos del pop. Pero casi veinte años después la tendencia se ha invertido y bandas como School of Seven Bells saben que ser considerado shoegazer vuelve a molar.

Pero por delante de estos nuevos proyectos están unos semiolvidados Slowdive que han terminado por convertirse en uno de mis grupos preferidos, antes incluso que los mucho más idolatrados My Bloody Valentine. La medianía de su último trabajo no consigue empañar la grandeza de sus dos predecesores, excelentes álbumes capaces de remitirnos a lo mejor de Cocteau Twins o The Cure sin llegar a caer en el plagio estilístico. No me atrevería a calificar Slowdive de grupo seminal aunque la escucha de Just for a Day y Souvlaki resulta imprescindible para entender el origen de una parte importante de los sonidos hoy vigentes.

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