Viva el mal

Hay quien atribuye la actual saturación de zombis y el renovado interés por el postapocalipsis en general a la incertidumbre presente en nuestros días, a la necesidad de encontrar consuelo en mundos imaginarios aún peores que en el que nos ha tocado vivir. El periodo de mayor esplendor de estas truculentas historias llegó hacia los años cincuenta y sesenta del pasado siglo, cuando la Guerra Fría comenzaba a instalarse plenamente en el imaginario colectivo. Pero previamente, ya desde el periodo de entreguerras y los años inmediatamente posteriores a la II Guerra Mundial, había florecido una narrativa de corte antiutópico que nos contaba historias de una humanidad esclavizada y derrotada por ella misma, sometida a alguna forma de totalitarismo sin necesidad de haber padecido un colapso del sistema causado por virus mutantes o guerras atómicas.

Al hablar de estas distopías o antiutopías los primeros títulos que suelen citarse son 1984 de George Orwell y Un mundo feliz de Aldous Huxley, novelas que rara vez son consideradas obras de ciencia ficción por parte de la crítica seria aunque por su carácter especulativo bien podrían ubicarse en ese campo. A cierta distancia en popularidad las sigue Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, tal vez algo menos ambiciosa y centrada en un tema que, parafraseando al propio Orwell, podríamos expresar como "la ignorancia es la esclavitud". Pero a diferencia de Orwell y Huxley, Bradbury sí calificaba a Fahrenheit 451 de novela de ciencia ficción, llegando a referirse a ella como el único libro de este género que había escrito (aunque ésa sea otra cuestión).

Mercaderes del espacio es una obra mencionada mucho menos a menudo que las anteriores, estigmatizada quizá por proceder plenamente del ámbito de la ciencia ficción y por llevar un título que hoy remite a la space opera más acartonada. Escrita por Frederik Pohl en colaboración con Cyril Kornbluth y publicada originalmente en 1952, esta novela nos muestra un mundo en el que el poder coercitivo como instrumento de dominación no reside en el estado sino en el mercado, anticipándose así en varias décadas al cyberpunk. El mundo se halla sometido a los dictados del gran capital y la manipulación de la mente humana ha sido convertida en una ciencia casi exacta, lo que no deja demasiado margen para el optimismo. La vigencia de muchos de los temas tratados en Mercaderes del espacio es incluso mayor hoy que cuando fue escrita: es demasiado fácil ver paralelismos entre lo descrito en las páginas del libro y los aspectos más perversos de nuestra propia realidad.

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