Pop con diéresis

Desde siempre he sentido gran devoción por segundones de todo tipo: el leal compañero del héroe, el equipo semifinalista, el actor de reparto o el bajista del grupo. Estas posiciones de eterno lugarteniente o segundo de a bordo se me antojan difíciles de ocupar, con unas exigencias poco acordes con el escaso reconocimiento que generalmente suele obtenerse durante su desempeño. Pero su necesidad es indefectible a pesar de que en ocasiones nos olvidemos de ellos hasta tal punto que generalmente sólo percibimos sus ausencias. Después de todo, no puede haber un ganador si no hay nadie a quien derrotar.

Maxïmo Park es uno de esos grupos que, quizá por diseño, lleva años manteniéndose en segundo plano sin terminar de alcanzar una audiencia masiva. Bajo una apariencia exterior de post-punk de nuevo cuño y dejando de lado una semejanza superficial con Kaiser Chiefs se encuentra un apetecible núcleo de pop guitarrero, razonablemente bien aderezado con una electrónica que aporta algo de frivolidad al conjunto y que ayuda a que buena parte de los temas de su primer álbum sean hits potenciales. Pero tras ese estupendo disco de debut que fue A Certain Trigger y el apresurado recopilatorio de caras B que lo siguió llegaría Our Earthly Pleasures, uno de esos infrecuentes ejemplos de segundo álbum que supera al primero. A pesar de no introducir apenas cambios en el sonido de la banda, Our Earthly Pleasures no es un mero calco estilístico de A Certain Trigger y muestra a unos Maxïmo Park que no han perdido un ápice de su frescura inicial, con canciones de pegada tremenda a pesar de su intención juguetona. Desde luego, trallazos como Our Velocity no tienen nada que envidiar a Once, a Glimpse y similares joyas de su primer álbum.

Es cierto que Quicken the Heart, su tercer trabajo, ha revelado un relativo agotamiento de la fórmula pero los tres años transcurridos desde su publicación hacen posible confiar en una revitalización de la banda. Aunque no sean precisamente unos desconocidos, la acogida de Maxïmo Park por parte de crítica y público rara vez ha pasado de lo tibio y ello me hace sentir parte de un selecto club mientras aguardo la llegada de su cuarto álbum. Ser fan de Franz Ferdinand no tiene nada de especial y somos muchos menos los que hemos sido capaces de apreciar el mérito de Books from Boxes o The Unshockable, canciones especialmente encantadoras al proceder de una banda que no suena como si se tomara excesivamente en serio a sí misma.

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