Anomalía

A pesar de haber cursado vocacionalmente unos estudios con un currículo centrado en la política, hablar de la misma no es algo a lo que sea muy aficionado. Es ya un tópico repetir que en este país todos nos creemos cualificados para desarrollar casi cualquier labor por especializada que sea y no faltan sarcásticos que afirmen, por ejemplo, que España es el país con más entrenadores de fútbol del mundo... aunque la mayoría desempeñen sus funciones desde su sofá y limitándose a lo teórico. El caso de la política es mucho más sangrante ya que se trata de un tema que nos afecta a todos y cualquiera se siente con derecho, no ya a expresar una opinión propia y tan válida como la de cualquiera, sino a pontificar y a vender juicios de valor e ideologías varias como si se trataran de verdades absolutas, como si las cosas sólo pudieran ser de esa manera y no de otras.

No creo que ninguna persona con un mínimo interés en la filosofía o en la historia de las ideas, pueda evitar sentir rechazo ante ese discurso, tan común, consistente en hacer pasar lo axiológico por axiomático y en señalarnos el camino de baldosas amarillas que sólo los elegidos pueden ver. No cabe discusión enriquecedora ante tal actitud y por lo general prefiero evitar esas conversaciones. Pero aunque no me guste la política como tema de conversación casual hay ocasiones en las que los contrastes entre otros países y el nuestro me parecen tan sublimes que no puedo dejar de señalarlos con el dedo, maravillado por su existencia.

A mediados del pasado año leí con cierto interés un artículo en The Guardian donde se hablaba acerca de cómo en Noruega el black metal estaba comenzando a ser considerado una seña de identidad nacional hasta tal punto que los nuevos miembros del cuerpo diplomático estaban recibiendo formación en la materia, por tratarse de un bien cultural acerca del cuál debían tener unas mínimas nociones. Llama la atención esta apertura hacia un genero musical que gozó de una mala prensa absoluta durante los años noventa del pasado siglo gracias a las correrías de personajes tan deleznables como Varg Vikernes, más conocido por el seudónimo de Count Grishnackh y su proyecto musical Burzum. Y sin embargo, el black metal aparece hoy como algo incorporado al mainstream y normalizado casi hasta la vulgaridad, habiendo sido despojado de buena parte de su mística y siendo simplemente un estilo musical más, del que cualquiera puede ser fan. No creo que se pueda negar que en Noruega se ha mirado hacia adelante y que al menos en algunos aspectos la clase política ha sabido estar en contacto con la realidad cultural de su país. Mientras tanto, nuestra política cultural consiste en considerar que la tauromaquia es "un ingrediente de la marca España". No quisiera caer en la demagogia pero la diferencia entre ambas actitudes es más que notable.

Comentarios

  1. Las diferencias culturales entre Noruega y España no son solo póliticas o culturales. Son educativas. Me dá tanta rabia el saber que España tiene tantas cosas buenas y que por culpa de la falta de educación en la mayoria de personas, el vivir aqui cada vez se hace más insoportable. Con que hubiera más respeto por los demás ya se habria hecho mucho. Pero en una cultura del "No seas tonto y hazlo tu tambien" o "Si no lo haces tu, lo hara otro" cada vez la pilleria está más al dia.

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  2. Lo absurdo es que, atendiendo a las estudios de opinión, los toros le interesan a una minoría cada vez más decreciente. Estos intentos de introducirlos con calzador no responden más que a una visión conservadora y ficticia de una España que no existe.

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  3. Siempre he pensado que Noruega (y no lo digo con pitorreo) es el único país comunista del planeta por la relación habitantes-recursos... y también una pandilla de %&)!=¿/ con pasta(saca el Escarabajo de Oro de Poe para descifrarlo); 5 millones de tipos (de los cuales un 0,1% viven en Arguineguín), con petróleo a borbotones, una industria pesquera del copón y museos de la pobreza para no olvidar de dónde vienen.

    España, por su parte, conserva los valores del Lazarillo de Tormes y, por ejemplo, en el caso más reciente de corrupción política del país hemos conseguido que el único condenado sea el juez (por muchos enemigos que tuviera o por mucho que lo mereciera, no se puede convertir el mayor órgano judicial del país en un ajuste de cuentas), mientras que un imputado salía de los tribunales después de un apretado 5-4 en el jurado, tras haber escuchado todos grabaciones que lo condenaban claramente.

    Las diferencias no están en el black metal o en los toros, sino que existe un genoma social por completo distinto. Nos podemos comparar y comparar, pero la superposición de modelos resulta hasta absurda por imposible de extrapolar.

    NB: Bueno, eso sí: en Noruega, ahí está el caso Breivik y su posible sentencia para ver que en todas partes cuecen habas.

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  4. Ves, por eso prefiero detenerme en el pintoresquismo y dejar las cosas serias para los mayores. :-)

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