De ojos glaucos

A menudo me sorprende lo aleatorio del modo en que cierta música llega hasta mis oídos, en alas de fugaces retazos sonoros. No pocas veces mi imaginación ni siquiera necesita demasiados detalles para ponerse a trabajar y basta una mención de pasada en alguna web, la conversación de unos extraños en el autobús, un fragmento de estribillo escuchado en la radio o una minúscula reseña en la Mondosonoro. Es así como mi curiosidad despierta en brazos de lo trivial y es precisamente de ésta última manera como descubrí a Agnes Obel hace no demasiados meses, cuando una diminuta crítica de Philharmonics consiguió destacar por encima de sus múltiples vecinas y atrajo mi atención a pesar de la expresión un tanto seria de Obel en la foto de portada... ¿o quizás debido a ella?

En cualquier caso no tardé en escuchar este primer álbum de la cantante danesa y descubrir su preciosista proyecto. Philarmonics guarda alguna semejanza pasajera con los primeros álbumes de Tori Amos y la PJ Harvey del White Chalk aunque con quien realmente no puede evitar las comparaciones es con el mejor Yann Tiersen, cuando la crisis de los cuarenta aún no le había llevado a abandonar el piano para colgarse una guitarra eléctrica y pasar por estrella de rock. Pero dejando de lado estos progenitores más que dudosos y otros parecidos razonables, Philharmonics es un disco excelente en el que el piano es el principal y casi único protagonista, muy por delante de la simplemente correcta voz de Obel y el resto de la instrumentación.

El concierto ofrecido por Agnes Obel recientemente en el Teatro Lara fue más o menos como cabría esperar de una propuesta en la que el piano ocupa un lugar tan central. Mínimamente arropada por una arpista y una violonchelista, Obel desgranó la mayor parte de los temas de su álbum con algunas adiciones aunque la puesta en escena inicial quedara algo deslucida por una inacabable ristra de problemas técnicos, ninguno de ellos serio en exceso. La ejecución rozó lo impecable con la notable excepción de una Riverside que no se benefició en absoluto de la ralentización de su tempo. Y es horriblemente superficial y petardo pero no puedo resistirme a mencionar la apariencia de la propia Agnes Obel, cuyo recatado vestido negro le prestaba un aire severo y adusto, como de institutriz avejentada. Al menos intentó alzarse por encima de su seriedad y ser agradable pero ese amago de simpatía destinada al público contrastaba muy perceptiblemente con las miradas agrias que cada tanto dirigía a sus dos compañeras de tablas. Demasiada gelidez.

Comentarios

  1. Gracias por habermela descubierto. Cada vez que la escucho no puedo sino dejarme llevar por su melancolia y evadirme a paisajes nublados y etereos. Una Poe musical. Una privilegiada que emite y transmite. Solo a este tipo de personas se les puede permitir el vivir en su mundo. Un mundo lleno de paisajes emocionales, fragil y quiza olvidando por completo los modales y los estereotipos sociales a ser amable con quien te sonrie, no dandose cuenta que su cabeza divaga demasiado por los mundos oniricos. Creo que se le puede perdonar, no?

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  2. Por cierto, se me olvido decirte en el anterior comentario, que la canción que más me gusta es "Wallflower". Parece que sea la banda sonora de una pelicula...la pondria en "Los amantes del circulo polar" de Medem o en alguna romantica tipo "Anna Karenina".

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