Coda MMIX

En estas fechas suelen proliferar los artículos-lista, compilaciones de lo mejor de esto, lo peor de aquello, lo más vendido y demás. Pero voy a prescindir de escribir algo de esa índole, no porque haya decidido no hacerlo invocando algún elevado principio personal sino porque no me parece interesante escoger un número arbitrario (¿diez? ¿veinticinco? ¿cien?) de artículos de nuestra cultura de consumo y explicar por qué los considero merecedores de un puesto en mi personalísima lista y por qué creo que sirven de resumen de mis últimos doce meses.

Preferiría en todo caso elegir algún hallazgo tremebundo, de esos que marcan una vida y que son capaces de producir obsesión. Y no es que este año haya sido parco en descubrimientos de ese tipo pero los primeros que acuden a mi mente ya han encontrado un hueco entre estas páginas y si tengo que ponerme a recordar activamente alguno de los demás quizá se deba a que no fueron tan especiales a pesar de todo. La memoria es traicionera pero el tiempo puede llegar a serlo aún más, con esa manía tan suya de interponer una nueva perspectiva entre nosotros y el objeto amado.

Cabría también la posibilidad de escoger entre las cosas más infames con las que me he topado, desenfundando el ánimo destructivo y perpetrando un par de observaciones supuestamente agudas para poner mi objetivo a caer de un burro. Pero si no me siento capaz de definir el año que está a punto de terminar con aquello que más me ha inspirado, aún más frustrante sería tratar de hacerlo a partir del polo opuesto. Parte del problema es que no me parece que un año sea otra cosa que un periodo de tiempo convencional en lo que respecta a los temas que aquí se tratan, un periodo que no tiene por qué corresponderse con un ciclo personal o de cualquier otro tipo. Así que por esta vez lo dejaré correr.

Comentarios