El huevo o la gallina

A pesar de que Bauhaus nunca llegó a ingresar en la siempre elusiva categoría de mis grupos favoritos tengo que reconocer que los fundadores del llamado rock gótico le pusieron banda sonora a buena parte de mi postadolescencia, con sus oscuras atmósferas y estudiada imagen. De hecho me llegaron a gustar lo suficiente como para no conformarme con sus cuatro álbumes y escuchar algún disco de Love and Rockets, sorprendiéndome al reconocer alguna que otra canción como So Alive por haberla escuchado años atrás en los mismísimos 40 Principales. Y tras haber seguido las andanzas de Daniel Ash, David J y Kevin Haskins no podía dejar de lado la carrera en solitario de Peter Murphy, el cantante y maestro de ceremonias de Bauhaus.

Conocí a Peter Murphy a través de una cinta recopilatoria que algún conocido tuvo a bien hacerme llegar y que incluía una siseante grabación de All Night Long. Con el tiempo he llegado a escuchar la mayor parte de su discografía pero a excepción de Deep y Cascade sus álbumes me parecen un tanto irregulares. Y es por eso por lo que sentía cierta ambivalencia acerca de asistir al reciente paso de Peter Murphy por Madrid. En cierto modo temía que la sesión pudiera resultar soporífera aunque al mismo tiempo no podía pasar por alto esta oportunidad de contemplar a una figura tan legendaria. Pero ha sido una suerte que no tuviera en cuenta mis prejuicios porque éste ha resultado ser el mejor de los conciertos a los que he asistido durante este año.

Los años no parecen haber tratado demasiado mal al veterano cantante inglés y su presencia escénica continuaba siendo formidable. Peter Murphy salió al escenario acompañado por su banda habitual en la que, sorpresa, había una cara conocida: Mark Gemini Thwaite, antiguo guitarrista de The Mission. El espectáculo se prolongó durante unas dos horas ocupadas en su mayor parte por el repertorio del propio Murphy con el añadido de un esperable interludio dedicado a Bauhaus, todo ello aderezado con tres versiones: un par de momentos dedicados a David Bowie en los que Space Oddity se sumó a la tradicional Ziggy Stardust mientras que Transmission sirvió de homenaje a unos Joy Division que están más presentes hoy que cuando se encontraban en su mejor momento. No sabría si calificar este concierto de sublime pero sí que ha bastado para que me rindiera ante Murphy. Una camiseta de Bauhaus ya forma parte de mi fondo de armario.

P.S. Mención especial para la telonera Lettie que se las arregló para sonar decididamente bien con una puesta en escena minimalista consistente en un baqueteado sintetizador, una Stratocaster nuevecita y, sobre todo, su expresiva voz.

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