De la guerra

Hubo un tiempo en el que fui un gran aficionado a los videojuegos de estrategia en tiempo real, juegos que nunca se me llegaron a dar especialmente bien a despecho de las incontables horas invertidas en ellos. Probablemente el papel de señor de la guerra me venía algo grande, rara vez me atrevía a dar audaces golpes de mano que dejaran boquiabierto al enemigo sino que echaba mano de las tácticas más ruines y conservadoras conocidas por el hombre. Mi estrategia nunca iba mucho más allá de identificar posibles cuellos de botella y tratar de bloquearlos con tropas y fortificaciones que resistieran el embate del adversario mientras mi ejército adquiría el tamaño necesario para un asalto final con fuerza demoledoramente excesiva.

Sin embargo esos juegos me parecían muy entretenidos a pesar de su épica de cartón piedra y aún recuerdo los nervios que sentía cuando una catapulta enemiga se acercaba a mis posiciones en Warcraft o la frustración cuando mis soldados eran destruidos de la manera más ignominiosa. Nunca me llegué a interesar demasiado por Command & Conquer o el sosísimo Age of Empires pero Warcraft II me apasionó aún más que su primera parte. Sin embargo cuando Warcraft III fue publicado mi interés por estas guerras de mentira se había desvanecido casi por completo. Probablemente gran parte de este hastío que llegué a sentir por la estrategia virtual se debió a la tremenda cantidad de tiempo que previamente había pasado con Starcraft.

La aparición de Starcraft fue algo novedoso, con sus tres bandos asimétricos pero extrañamente equilibrados, misiones con objetivos que a veces iban más allá de aniquilar al bando contrario y, sobre todo, su incomparable modo multijugador. No he seguido el desarrollo del esperado Starcraft II más allá de saber que Blizzard ha retrasado su publicación hasta el próximo año pero no creo que sea capaz de ofrecer toda la magia de su predecesor. A pesar de todo mi interés en estas asépticas guerras virtuales se ha reavivado un tanto: mucho me temo que tendré que reservar algunos momentos para revivir viejos tiempos de gloria y ver que ha sido de mis antiguos camaradas de armas.

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