Desdentada

Las historias de vampiros nunca han llegado a pasar de moda del todo gracias en parte al peso literario de Bram Stoker y a las frecuentes revisiones de su obra. En ocasiones ha podido parecer que estos muertos vivientes yacían en el olvido pero siempre ha terminado por aparecer una nueva aportación con un mínimo de calidad que despertara al subgénero de su letargo, ya fuera la adaptación de Drácula dirigida por Francis Ford Coppola o las novelas de Anne Rice. Nunca llegué a apreciar demasiado la película de Coppola pero sí disfruté con las Crónicas vampíricas aunque ahora me sonroje un poco al reconocerlo. No ha sido éste el caso de Crepúsculo.

CrepúsculoInicialmente me aproximé a este libro casi a regañadientes y tan lleno de prejuicios que terminé por dejarlo juntando polvo en la estantería durante varios meses. Pero cuando fin me atreví a abrirlo no tardé en comprobar que cuanto había oído sobre él era dolorosamente cierto. Y es que Crepúsculo se limita a ser una edulcorada historia de amor de lo más convencional, con el papel desempeñado por lo sobrenatural reducido a mero accesorio. Los acontecimientos se suceden sin que en ningún momento exista un atisbo de misterio y todos los elementos argumentales están al servicio de la historia de amor vivida por Bella y Edward. Es como si el mundo permaneciera estático mientras el objetivo permanece fijado en ambos protagonistas y su amor unidimensional, sin desarrollar ninguna trama secundaria y sin que los personajes experimenten cambio alguno. Al final del libro Bella continuará siendo una chica tan normal como lo era en las primeras páginas mientras que Edward ha sido creado tan perfecto que probablemente la autora se haya resistido a que su querido personaje evolucione de algún modo. Y por supuesto, estos personajes se nos muestran más desde su apariencia externa que desde su mundo interior, con tantas referencias a los cabellos broncíneos de Edward que casi parece como si tuviéramos entre manos una pieza de fan fiction y no una novela publicada.

En cierto modo Stephenie Meyer ha intentado crear una mitología vampírica personal, aunque para alcanzar esta meta se haya limitado a despojar a los vampiros de todas sus debilidades tradicionales sin añadir ningún elemento nuevo de importancia. Tampoco me ha sorprendido en exceso que se dejara entrever la existencia de un conflicto entre vampiros y hombres lobo, utilizando una vez más este concepto moderno recogido hace años por White Wolf en los juegos de rol de la serie Mundo de tinieblas y posteriormente incorporado al acervo popular por la muy prescindible Underworld. Algo que sí me ha llamado la atención es que el amor que aquí se expone sea casto aunque en ocasiones rebose frustración sexual, probable consecuencia del trasfondo religioso de una autora que opina que los adolescentes "no necesitan leer sobre sexo". A pesar de todo, Crepúsculo no ha defraudado mis escasas expectativas: la propia autora prefiere calificarla de novela romántica antes que fantástica así que no puedo alegar ignorancia sobre lo que tenía entre manos. Pero esperaba al menos algún destello de oscuridad.

Comentarios

  1. Stephenie Meyer o "cuando Danielle Steel conoció a Vlad Tepes". Al menos la chica es mona -pintada como una puerta, pero mona (y morMONA, creo).

    ResponderEliminar

Publicar un comentario