Mirándose los zapatos

Frases al estilo de "todo vuelve" suenan a tópico cuando hablamos de música, a pesar de ser demasiado ciertas en muchos casos. Ignoro si se debe a alguna limitación de la música popular o al poder del hype pero es muy posible que lo que en un momento dado suena pasado de moda nos vuelva a parecer actual e imaginativo tan sólo una década más tarde. Aunque Sonic Youth nunca se fueron del todo, Cocteau Twins sí lo hicieron y desde luego que nada hacía prever el regreso triunfal de My Bloody Valentine a pesar de que aún esté por ver si lo rubricarán con la publicación de su tercer álbum. Pero lo que parecía más difícil era la aparición de nuevos acólitos de los subgéneros que los etiquetadores del reino solían llamar noise pop, shoegaze y dream pop.

The Pains of Being Pure at Heart (2009)Con un nombre que por su longitud podría servir de título a alguna canción de Morrissey, los neoyorquinos The Pains of Being Pure at Heart parecen estar cosechando algún éxito con un primer álbum que bebe de las fuentes mencionadas más arriba. En estos momentos se encuentran en medio de una pequeña gira europea y hasta han merecido una minúscula reseña en la edición española de la plúmbea Rolling Stone así que no sería demasiado sorprendente si resultaran estar llamados a más altos destinos. Por mi parte descubrí este grupo de manera muy casual, a través de un enlace a un vídeo remitido por un amigo. Reconozco que no les presté la suficiente atención como para ir más allá de compararlos con los últimos trabajos de Blonde Redhead, tanto por las aparentes coordenadas sonoras de la banda como por el hecho de contar con una chica de aspecto asiático en sus filas, superficial que es uno. A pesar de todo dejaron un cierto poso y tras un tiempo prudencial me hice con su disco, intrigado por saber si mi impresión inicial era válida.

Dedicarle algún tiempo al álbum epónimo de The Pains of Being Pure at Heart no supone un gran esfuerzo: con una duración que apenas supera la media hora parece casi obligado escucharlo un par de veces sin pausa. Temas como Come Saturday evidencian las semejanzas con My Bloody Valentine aunque la claridad sonora sea mayor aquí. Tanto las guitarras como las voces son menos lo-fi y más inteligibles que las de los irlandeses y no es necesario armarnos de pico y pala para buscarlas bajo capas superpuestas de ruido. Y no es que el ruido no esté presente pero en lugar de permearlo todo se ha usado como un lienzo sobre el que exponer las cualidades melódicas de su música antes que como un filtro para oscurecerlas. Son accesibles, suenan bien y definitivamente son culpables de pop.

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